22 de octubre de 2012

Michaelmas IV

Buenos días nos de Dios,
La semana más flojeras ha llegado, pero haced el favor de seguir leyendo que aún así ha tenido más jaleo que una semana media en Madrid.
Justo después de escribir la entrada anterior me fui a mi primera clase práctica de submarinismo. Me explicaron como funcionaban todos los bártulos, me hicieron prepararlo todo por mi cuenta y me instruyeron bastante bien. Lo malo fue que al meterme en la piscina resultó que mi chaqueta (tiene un nombre más técnico con unas siglas que no recuerdo) tenía un botón atascado por lo que me entraba aire todo el rato y me era imposible regular mi densidad y, consecuentemente, mi profundidad. La verdad es que lidiar con tanto cacharro es entretenido hasta en la piscina.
A nivel académico la semana ha estado plagada de una clases prácticas con ordenadores en la que un profesor moro-escocés que tenemos nos soltaba unos coñazos estadísticos absolutamente infumables sobre ordenaciones, ACPs... La verdad es que el temario de esta semana me ha recordado a las tres partes de La Otra, aquella mítica y terrible asignatura que cursé el año pasado y cuyo nombre casi ni me atrevo a pronunciar por si invoco sin desearlo a Elena PUC.
Con semejantes antecedentes no podían ser unas clases entretenidas, claro. Además me ha tocado en gracia un proyecto que entrego en dos semanas que hace perder el juicio a todos los que se aventuran con él. Se trata de elaborar una revisión bibliográfica de la sistemática de un determinado grupo y una clave de identificación para ese mismo grupo. El grupo que me ha tocado en suerte son las babosas de tierra (porque hice una traducción un poco a la vi rulé del nombre común y pensaba que se trataba de nudibranquios) que como podéis imaginar no son animales precisamente interesantes.
En la residencia esta semana han tenido a bien hacer una inspección de los apartamentos para mi gusto muy rigurosa. Tanto que casi nadie se libra de una segunda inspección. En nuestro caso tenemos que limpiar el frigorífico porque tenía una mínima mancha de leche (que además creo que es culpa mía), pero hay gente a la que le van a hacer una segunda revisión porque tenían ropa en el suelo.
Además, en vista de la inspección tuve que quitar mis dos mapas y mis cinco o seis docenas de fotos de la pared porque esta gente también necesita que nuestra habitación sea lo más triste posible. Así que hasta que no superemos la segunda revisión mi habitación parece una sinagoga.
El miércoles hice una visita interesantísima a un museo más interesante aún: el museo de los Leprechaun. Probablemente todos los lectores de este blog sepan que tengo una fijación especial por los museos absurdos (de hecho estoy pensando en hacer otro blog solo de museos ridículos) y no podía desaprovechar la oportunidad de visitar este museo tan folclórico.
Resultó ser un pestiño de museo y nos clavaron a mi encantadora prima y a mí ocho euros y medio por la entrada.
La visita la guía una amable señora que explica muy rigurosamente como los leprechaun vinieron de una isla del norte sin saber que eran enanitos y una vez llegaron a Irlanda empezaron a minar oro y a esconderlo detrás de los arcoiris (muy habituales por estos lares gracias a este deleznable clima). Los humanos siempre hemos sido muy abusones y hemos intentado robar a los leprechaun el oro desde el principio de los tiempos, lo cual, a la vista de la guía es una cosa muy fea porque los leprechauns se esfuerzan mucho buscando su oro.
Durante la visita se visita una habitación con muebles gigantescos para que el visitante pueda entender como se siente un leprechaun en el mundo real. Como veis es un auténtico museo de la injusticia social.
La verdad es que nos lo pasamos bien porque hicimos mucho el idiota en la sala de gigantes, pero el museo no merece mucho la pena (está muy lejos de mi adoradísimo museo del hormigón sito en la villa castellana de Doñinos de Salamanca).
No encontraba el momento de poner una foto de mi edificio favorito del mundo entero.

Poco más pasó esta semana. El viernes tras una pintas en el Pav, el pub del campus que es una auténtica maravilla, con mis compañeros de clase me traje a las au pairs a la residencia para que aportaran un toque mediterráneo a la velada y para que hablaran algo de inglés con angloparlantes verdaderos.
Acabamos en un pub que me encantó pero cuyo nombre no recuerdo. Parecía uno de estos pubs alemanes gigantescos con alambiques y que destilan su propia cerveza, una pasada. Me voy a convertir en un parroquiano de ese lugar.
Y el fin de semana en sí fue un poco peñazo. El sábado biblioteca para avanzar con mis babosas y el domingo en casa con el mismo objetivo. Además he estado un poco melancólico y echando mucho de menos a mis queridos lectores.
Esta semana hago una excursión cueste lo que cueste, y además viene el novio de mi prima para llevársela a España (que no se imagina cuantísimo la voy a echar en falta) y habrá que hacer algo para que se despida de esta maravillosísima ciudad que es Dublín (Baile atha cliath) y celebrar Hallowen como es debido.
El dinero que pagaría por unos buñuelos de viento...
Sean felices,
Mairc (¡mi nombre en gaélico!)





2 comentarios:

  1. Si, el chaleco en español se llama jacket y aqui le dan unas siglas, que yo tmpc he conseguido pillar. Por cierto, al final no me dejan sacarme el curso aqui, que las clases en el mar las han pasado a verano, asiq na, a bucear en el mediterraneo!

    me ha gustado que le museo leprechaun sea un museo a la injusticia social, me ha gustado la definicion.

    Quiero que me lleves al pub de alambiques!

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  2. BTS o algo así creo... no me acuerdo aunque me lo hayan dicho millones de veces xD. Ah claro, el mio también pero como yo me quedo aquí hasta que me haga viejo (voy a cumplir 24 en Irlanda probablemente...). Está hecho Ignacio, te haré un tour de pubs, descuida xD. (espero el mismo tratamiento, por cierto... xD).

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